La ansiedad es una de las patologías que cualquier ser humano no desea tener. La pandemia ha aumentado un 30 % este tipo de enfermedad mental en la población española, que puede llegar a causar fatiga, desmotivación e incluso casos más graves como falta de respiración o suicidios. Antonio Lupiáñez (Barcelona, 1975) relata lo que le ha acontecido estos últimos dos años, sus casos de ataques de ansiedad debido a las presiones laborales a los que estaba sometido y que hoy en día sigue con un tratamiento médico pero continua sin ir a un psicólogo.
Antonio, de 46 años, explicó que sufrió dos ataques de ansiedad en el trabajo en dos días. La primera pensó que era un simple golpe de calor y no le dio demasiada importancia a pesar del estrés que ya llevaba por la presión del trabajo. Pero el segundo día le paso lo mismo, pero tenía la sensación de que se ahogaba. “Pensé que me iba a dar un infarto”. Así detalló Antonio uno de los peores momentos de su vida. Fue llevado a la ambulancia donde realizaron unas pruebas para determinar que le estaba pasando. Los médicos no vieron nada extraño en su cuerpo, por lo que le diagnosticaron que tenía ansiedad y le pusieron un tratamiento de larga duración.
Pero ese tratamiento no incluye una ayuda de un psicólogo porque Antonio lo desestimo. Él piensa que ellos, aunque hayan ayudado a su hija y a su mujer, son unos cotillas y no tienen por qué saber de su vida. Además, admite que es una persona muy cerrada y que no cuenta a nadie sus problemas porque no le gusta contarlo.
Ahora Antonio ha mejorado su estado de ánimo y busca la felicidad que desde pequeño nunca tuvo por problemas familiares que le llego a independizarse con 18 años y mudarse hasta Catarroja, donde lleva 25 años trabajando en una empresa de automoción.
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